Yo sé que la gente sí cambia.
Quizás cuesta, quizás tarda, pero siempre puede pasar.
Lo sé porque yo he cambiado. Y me pueden venir con que es porque soy más joven, que los viejos no cambian, que los años endurecen tu corazón y es verdad, pero aún así, todo puede pasar.
Yo he sido inconstante y variable. He estado en lo peor, en lo más bajo que mi integridad puede estar y he llegado estar como hoy: alto, volando, viviendo libre y segura de que no volveré a esa vida que antes me anclaba con cadenas y todo al suelo, a la tierra que está abajo, ensuciando los pies de todos. Cada noche y cada fin de semana eran para mí una especie de aventura donde olvidaba tanto mi moral como lo valiosa que soy, no necesariamente para el mundo, sino para mí misma y para... ¡algo más grande que yo! Pasé de ser de muchos, a ser de uno sólo y no me da vergüenza ni me arrepiento de nada: el pasado ha construído cada trozo de lo que hoy soy. De lo que hoy soy en Dios. Porque sólo Él puede cambiar a las personas. Y sí, sé que puede, se puede cambiar.
1 comentario:
lo ultimo que has escrito habla de cambios y yo pienso que no has cambiado nada, por dentro sigues siempre la misma de siempre. En serio.
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