"Quizás por haber sentido tanto, me quedé sin sentidos. Anestesiado. Agoté lo que tenía almacenado, digamos que me gasté." (A. Fuguet. Por favor, rebobinar)
Cuando aún no creía tanto en Dios, alguien me leyó esto (que sale en Isaías 1:5-6):
"¿Por qué buscar más castigo? ¿Se rebelarán para siempre? Tienen la cabeza herida y el corazón angustiado. Desde los pies hasta la cabeza, están llenos de golpes, cubiertos de moretones, contusiones y heridas infectadas, sin vendajes ni ungüentos que los alivien. (...)"
Da lo mismo las creencias y que esto haya venido de Dios, para que los que no creen, porque siento que muchas veces realmente somos así: torpes, golpeándonos con los mismos obstáculos, dejando que nos tengan que reprender una y otra vez.
Hasta hace poco repetía mucho lo herida que estaba en ciertas áreas y que por eso ya no sentía, ya no siento como antes. De tanto pelear y tropezarme con las piedras de antes, de siempre y otras nuevas. De tanto querer soportar golpes en silencio, por mí y por otros. No lo veo, pero me siento como si todo mi cuerpo estuviese morado de tanto golpe, como si cada órgano también estuviera dolido. De tanto soportar ese dolor, que no tiene porqué ser algo tan grande, sino que son pequeños momentos de dolor que no he querido curar, me he hecho indolente.
Y de tanto querer pensarme insensible, ya no sé cómo sentir.
A veces es mejor dejar de porfiar, y descansar el cuerpo... pa' volver a andar sin tanto tropezar.
1 comentario:
digamos que me pasa lo mismo y por eso te entiendo. Como no te voy a entender...
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