la nueva (y buena) vida

Las ya tres semanas desde las que soy oficialmente una estudiante universitaria han hecho que mi vida vuelva a tomar un ritmo normal. Después de la desesperación que sentía en el afán de estar totalmente activa en unas vacaciones de NADA, (literalmente por que no era escolar y en teoría no totalmente universitaria, tampoco trabajé) en las cuales aceleré más las cosas de lo que podía, ahora ya estoy activa, pero en paz. A un ritmo lento, de conocer, de introducirse, de (como dice Mónica Rincón en la propaganda de 24 horas, el canal) en la información.
Esto, se basa en conocer gente, gente que puede estar todos estos próximos años junto a tí, gente tan diversa, tan dinámica, tantas cosas, que con ya saludarlos aprendí un poco más.
Esto, se basa en aprender cada día cosas que quizás antes no creí que iba a aprender. Ni siquiera quizás, no las iba a aprender. Estaba, después de mil crisis vocacionales a las cuales nunca les dí mayor importancia, enfrascada en estudiar Psicología. Pero, como le dije a mi mamá minutos antes de postular, Dios sabe por qué hace las cosas, y lo sabe bien, porque, llegué sin tantas expectaciones acá, a esta escuela, dónde todo me desborda, me sobrecoge, y dónde sigo teniendo las mismas ganas de aprender que siempre.
Y así, más o menos, es que estoy tan feliz, me llena estar acá, aún no puedo afirmar nada, excepto, que siento que mal no va a terminar...


Me voy por las ramas, en mi misma mente, y termino escribiendo cosas ná que ver.