Dentro del mundo cristiano, existe lo que se llama "testimonio". El testimonio implica el cómo conociste a Dios, cómo llegaste (en este caso, llegué) a creer en Él y querer vivir la vida que Jesús a través de la Biblia nos enseña a vivir. Una vida con altos y bajos, no perfecta, pero hermosa, pues tienes respuestas a preguntas que todos buscan, y dejas de tener esa ansiedad que todos tienen, especialmente en la juventud.
Yo me confirmé en noviembre del 2008. Luego de muchos años de no querer creer en lo que desde chica me habían inculcado, decidí creer en Dios ciegamente y buscarlo... pero estaba ahí, en una iglesia, con aceite en mi frente sin entender bien qué estaba confirmando. La confianza ciega, esa es la fe.
Luego de este día, comencé una búsqueda por un lugar en el que aprender más y compartir con jóvenes. En diciembre fui a Lo Vásquez, donde todos peregrinan en una época del año. Fui, sin mandas y sin pedirle favores a Dios ni a la virgen, sólo por la experiencia. Y ahí vi que hay muchos jóvenes con esa pasión, por lo que buscaba y buscaba, pero justo en las iglesias católicas que busqué, no me sentí a gusto. Hacía preguntas de la Biblia y nadie sabía, no eran los lugares adecuados. Hasta que un día, recibí una invitación.
Fui en febrero a una casita del centro de Viña, en donde todos me recibían muy amorosos. Lo primero que vi: música. Una gran banda, mucha gente cantando, las letras a modo de karaoke estaban en los data y melodías muy juveniles, nada de aburridas como "Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo..." sonaban. "Vamos bien", pensé. Luego me senté, junto a la puerta. Y pasaban ciertos jóvenes a contar sus experiencias. Eran muchos, mucha gente reunida por la misma razón, con pasión por esto. Otro punto a favor. Por último, salió una chica, una niña totalmente normal, sin faldas largas ni vestidura de monja, a hablar. Habló sobre una historia que está en 1 Samuel 25, sobre una mujer que estaba con un hombre que no la correspondía y que era malo para ella. Y todo con base bíblica, siendo un tema que uno puede hablar con las amigas. Me calzó perfecto, pues justo estaba en una relación un poco complicada y a la vez poco seria con un chico que quería mucho, pero nada de bueno para mí. Me impactó todo, cada detalle. Sentí que había encontrado mi lugar.
Pero no volví. Decidí quedarme en la comodidad de mi casa, no sentía que lo necesitaba. Me gustaba estar de fiesta y terminar en la cama o en el suelo con algún chico, me gustaba el sexo, me gustaba sentirme bonita y hablar tonteras y tomarme un trago y llevarle la contraria a mi mamá y encerrarme en el copete porque mi papá me hacía mal psicológicamente, mil cosas. Entré a la U y fue de mal en peor: más camas, más tragos, más hombres, más fiestas, más problemas. Hasta que "toqué fondo" (y no ha sido la última vez). Engañé a mi andante-algo-pareja con su mejor amigo en su cara. Él se defraudó. Por primera vez, yo me había convertido en todo lo que no quería ser. Recuerdo haberme arrodillado a orar a Dios porque quería pedirle perdón por hacer estas cosas, pero que sabía que Él me estaba esperando y que mi vida era de Él. Así que volví a la casita, a la iglesia, a conocer a Dios.
Me puse a estudiar la Biblia y así... hasta que un día en noviembre Dios usó mis sueños (yo soy medio bruja con eso) y me habló. Dios era un chico en mi sueño, y Él me decía cosas que yo encontraba maravillosas, decía que no me iba a dejar, que tenía que anotar todo el resto de mi vida con Él en un cuaderno que estaba en mi cajón. Desperté y anoté el sueño. Esa noche, entregué mi vida a Dios.
Me compré una Biblia y lo primero que me llamó la atención fue: (Juan 3:30) "A Él le toca crecer, a mí me toca menguar." Y luego, seguía, los versículos saltaban: (Juan 3:12) "Si no me creen cuando les hablo de las cosas terrenales, ¿cómo creerán las cosas celestiales?". Era claro: Dios me había elegido y quería más de mí.
Y así, esto ya fue hace tres años. No quiero latear con cada detalle. Ha sido difìcil, he caído varias veces en mis caprichos, en especial uno: el sexo. El tan delicioso y esclavizante (¿?) sexo. He caído mil veces con eso, o con los besos, con los hombres... pero hoy por hoy ya no quiero más. Miro cada cosa de estos tres años y Dios sí ha cambiado de manera total mi vida. De partida, me ha salvado de cosas, incluso cuando no hago lo que Él quiere. Desde protección al no tener enfermedades hasta cuidarme cuando de manera loca me iba con desconocidos por ahí. Él ha sido fiel y con cada caída me ha mostrado su misericordia. No quiero decir que el sexo sea malo, ojo. Quiero decir que todo pertenece a un cierto contexto y tiempo. Y es como, cuando uno dice que quiere estar solo para estar bien. Yo necesito conocerme más a mí, conocer más a Dios y Su voluntad para luego estar bien y de ahí partir. Es un constante aprender e ir haciendo de nuevo las cosas, porque Dios hace todo nuevo, nos da vida que no teníamos. No es, como muchos creen, un coartar la libertad personal, es más: yo me siento más libre con Dios que sin ÉL.
No necesito preguntarme cuál es mi misión de vida, ya la sé: alabarlo a Él, conocerlo.
No necesito asustarme con la muerte: por gracia Él nos salva y no temo morir, vaya o no al Cielo.
No necesito cagarme la cabeza con qué va a pasar mañana: en lo bueno y en lo malo, Dios está conmigo y Él hace cosas bellas de lo feo, así como a mí me ha ido, paso a paso, haciendo una mejor mujer.
No necesito depender de otras personas y de sus opiniones: sé quién soy, quién Dios me va guiando...
Y es lo mejor que me ha pasado en la vida.
Hoy hay muchos prejuicios sobre los cristianos, sobre Dios, pero es bueno. Yo sigo saliendo, sigo viviendo y sintiendo como antes, pero con otro enfoque. No tengo que dejar de disfrutar una cerveza o dejar de ir a conciertos, y yo decidí sin que nadie me obligara a vivir esta vida, esta vida que es aún más gran desafío que ser una simple persona, pues se vive con prejuicios y hoy somos apuntados con el dedo a veces, como bichos raros. Pero soy feliz así.
Yo creo en esto. Nunca antes había sido (con cosas buenas, feas, malas, pencas, gloriosas...) tan feliz.